domingo, 13 de abril de 2008

Un duro fin de semana


Este fin de semana ha tenido de todo: momentos de tensión, de bajón, de alegría, de miedo, de incertidumbre... Momentos llenos de lágrimas y de sonrisas, de dudas y de esperanzas. Momentos en los que he estado pensando en la decisión más difícil para mí en mucho tiempo: devolver a Bibi y Hamlet al albergue.


El sábado por la tarde escribí un correo a la persona que llevó la adopción de los dos, diciéndole que no podía más y que los iba a llevar de vuelta al albergue. Este mediodía le he escrito otro correo rectificando y diciendo que vamos a seguir luchando por conseguir una convivencia normal para Bibi y Hamlet.


El desencadenante de todo ello fue un paseo desastroso el sábado por la tarde. Demasiada gente por la urbanización por la que paseamos (mucha gente que viene a los chalets los fines de semana), perros sueltos, Hamlet ladrando y tirándose hacia todo lo que se movía, Bibi extra nerviosa lloriqueando y ladrando,...


Nos pasamos el paseo esquivando al perro de la esquina, a los niños de la otra calle, a los corredores de más allá, a los niños en bicicleta,... Ya volviendo a casa tenemos la mala suerte de cruzarnos con los dos tipos con gorra, de malas pintas, que muchas veces nos encontramos y a los que mis niños siempre siempre les ladran; creo que el instinto les dice que no son de fiar y les ladran y gruñen. Ellos se nos han encarado, diciendo que ya estaba bien de ladrar, que la próxima vez les iban a dar con un palo a los perros, y que nos iban a denunciar por llevarlos sin bozal. Hemos tenido un cruce agrio de palabras, intentando controlar a los perros.


Después de eso, giramos la esquina y un perro suelto viene flechado hacia nosotros. Era Perico, que nos lo hemos cruzado otras veces y no ha pasado nada, salvo los típicos olisqueos, pero mis perros debían de estar ya muy excitados después del encontronazo y han empezado a ladrar y a mostrarse inquietos. La dueña de Perico venía corriendo a por él, y cuando se ha agachado a cogerlo ha pasado tan cerca de Bibi, con algo en la mano, que ella le ha lanzado un bocado. Ha sido el típico bocado de marcar, de dar bocadito y tirar para atrás, pero mordisco al fin y al cabo. La pobre mujer encima disculpándose porque la culpa era suya por llevar al perro suelto.


Al final hemos vuelto a casa tirando de ellos, con una mezcla de rabia, enfado, culpa, impotencia y mil cosas más que nos habían dejado a las dos muy mal cuerpo. Bibi había mordido a una persona, y eso ya entra dentro de los problemas serios; no se trata de que vaya dando tirones en los paseos, sino de que podía hacer daño, y mucho, a quien se cruzara con ella y no le cayera bien.


Me pasé la tarde llorando, y decidí que no podía hacer más con ellos, que me sobrepasaban y que encima esto me estaba costando disgustos y broncas con S., algo que jamás hubiera pensado. Y decidí de forma cobarde que lo mejor era devolverlos, para que pudieran encontrar una familia que sí supiera darles lo que necesitan y que yo no me veía capacitada para darles.


De madrugada, entre sollozos, lo estuvimos hablando y decidimos que íbamos a darles otra oportunidad, que las clases de adiestramiento que acabamos de comenzar nos pueden ayudar en esto, y que ellos se merecen que lo intentemos. A fin de cuentas ellos no saben qué están haciendo mal, y somos nosotras quienes tenemos que enseñarle lo que pueden y lo que no pueden hacer.


Así que esta mañana hemos ido al curso, con ojeras y los ojos hinchados del llanto, y hemos comenzado a poner los cimientos de esa educación que debe garantizar a todos una convivencia pacífica, sin sobresaltos. Miriam, la adiestradora que está con nosotras, ha podido ver in situ qué necesitamos para Bibi, porque cuando ha ido a cogerla de la correa para utilizarla de ejemplo en un ejercicio, le ha lanzado otro bocadito.


Al final de clase Bibi se ha tenido que quedar, como el alumno problemático al que el profesor hace quedarse un rato para hablar con él. Miriam nos ha estado dando pautas de cómo empezar a tratar el problema de agresividad de Bibi: ya que a nosotras nos tiene total confianza, quiere que hagamos gestos bruscos y repentinos, como si fuéramos a golpearle, pero frenando y acabando en caricia, para que se vaya desensibilizando y sienta que no todos los movimientos que hacen los extraños son para hacerle daño. Así que en eso estamos.


El paseo de hoy ha ido algo mejor. Cuando nos hemos cruzado con perros tras las verjas que nos ladran y que ponen muy muy nerviosa a Bibi, lo que hemos hecho es acariciarla y darle salchichas cuando estaba tranquila y no lloraba ni daba tirones, y dejar de hacerlo cuando ella empezaba a portarse de esa manera. Milagrosamente, parece que ha funcionado, porque ha rebajado bastante el nivel de nervios.


Nos va a tocar trabajar mucho con ella. El caso de Hamlet es simplemente el de un cachorrote que nunca ha tenido educación; pero el de Bibi es el de una perra mayor, asustadiza y desconfiada, que se refugia en la agresividad para protegerse.


De momento, mañana mismo vamos a ir a comprarle unos bozales a los dos, a ver si acertamos de una vez con la talla, porque la semana pasada les compramos unos que les caben en la punta del hocico....


Nos espera un duro y largo camino por delante. Pero sé que les necesito en mi vida para ser completamente feliz, que llenan una parte de mí que sólo el cariño incondicional de un animal puede llenar. Merecerá la pena el esfuerzo, y se lo debo a los dos. Mi pequeño príncipe rebelde y mi pequeña princesa malencarada.... Viéndoles tan tiernos cuando duermen a nuestros pies se me hace difícil creer que las bestias pardas en que se convierten a veces son los mismos perros....

1 comentario:

Eva dijo...

Pobre Angeles, cómo te comprendo. Mira, tengo que animarte. Yo decidí llevar a Xana a las clases de adiestramiento porque cuando le viene en gana, se pira y desaparece. Sorda del todo a nuestra llamada. Tengo que decirte que, aunque no hemos solucionado el tema completamente, el cambio de Xana ha sido espectacular. Digamos que ellos tienen que ser conscientes de "quien manda" y a partir de ahí ya es todo más fácil, es enseñarles las órdenes adecuadas.
Yo también he tenido estos días mis dudas con Unko, un perro salvaje y encima parece que sordo!!! Date un tiempo prudencial, ponte metas facilitas y... tómate alguna valeriana de vez en cuando.
Un beso.