jueves, 10 de abril de 2008

La primera excursión a la montaña


Ayer sábado nos llevamos a las dos fieras por primera vez de excursión. Cada día les damos dos buenos paseos por la urbanización de al lado de casa, que tiene bastantes zonas verdes y un parque enorme; pero esto era diferente, era coger el coche para meternos en el monte.

Elegimos ir al puerto de Canencia, porque está al ladito de casa; son apenas 15 kilómetros, y eso está bien para un par de perros que aún deben acostumbrarse a ir en coche de manera civilizada. Para subir Hamlet no tuvo problema, pero a Bibi la tuvimos que meter en brazos, entre las dos, porque con lo que pesa es complicado para una persona sola. Además, la tuvimos que meter dos veces, porque tras la primera nos incorporamos para descansar y ella aprovechó para bajarse; menos mal que llevaba atado el cinturón de seguridad para perros....

Después de 15 minutitos en coche, durante los cuales cambiaron 20 veces de posición, mordisquearon la red de separación que habíamos puesto, metieron la trompa y apoyaron la cabeza sobre el freno de mano, lamieron las ventanillas, etc etc, por fin llegamos al área recreativa del puerto de Canencia. Aparcamos y los dos bajaron como locos: ella, como loca por dejar el coche; él, como loco por empezar a olisquear.

Estuvimos andando durante más de una hora, subiendo y bajando por los caminitos, escalando a las rocas, oliendo todos los árboles, persiguiendo lagartijas, intentando cazar mariposas con la boca (bueno, estas dos últimas cosas las hicieron ellos)... Los dos se portaron muy bien, y se les veía cansados pero contentos.

A la hora de la comida les atamos a las patas de los bancos de una de las mesas del área recreativa. Primero comimos nosotras, ya que se supone que es "el jefe de la manada" el que debe comer primero. Los pobres estaban sentados enfrente mirando con una carita de pena y relamiéndose... Hamlet encontró la manera de reptar aprovechando al máximo la longitud de la cuerda para llegar con la trompa bajo nuestros pies y lamer las miguitas.

Al fin les llegó la hora de comerse su pienso, y de postre unas salchichitas. Nota mental: no hay que dejar las salchichas a mano porque les vuelven literalmente locos y se lanzan a por ellas. A Bibi casi se le salían los ojos de las órbitas....

Intentamos echarnos una semi-sietecita a la sombra de un árbol. A Bibi la idea le pareció bien y se tumbó, pero Hamlet dejó bien claro que la siesta no está hecha para él y se pasó el rato tirando de la correa intentando llegar a cualquier parte.

Pudimos confirmar que a la niña no le gustan los niños: se acercaba un niño todo enfilado con su padre de la mano, todo feliz, diciendo: "mira los perritos", y tuvimos que avisarles de que mejor no se acercaran más. Por si tenían alguna duda del motivo, Bibi le lanzó unos gruñidos y unos ladridos de esos de acojonar al personal. Mensaje captado.

Para el camino de vuelta estuvieron más calmaditos, aunque a Bibi la tuvimos que subir de nuevo a pulso y Hamlet volvió a mosdisquear toda la red del coche. Algunas cosas no creo que cambien... En casa se echaron una siesta de benditos.

Creo que el balance de la excursión es muy positivo, porque se portaron la mar de bien. Sólo había que tener un poco de vista con los niños y con los perros sueltos, pero a cambio nos pudimos despreocupar de los gatos.

El sábado que viene vamos a repetir salida, esta vez junto a más gente de un grupo medioambiental. En principio vamos a ir para conocer y reconocer los diferentes árboles que se dan en la zona; a ver qué tal se portan los nenes.... Creo que durante toda la semana voy a estar poniendo velas para que con el grupo no vengan niños ni más gente con perros.....

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