lunes, 19 de mayo de 2008

Cómo odiamos a los gatos...

En realidad, quienes odian (y de qué manera...) a los gatos son Bibi y Hamlet. No hemos tenido la suerte de que sean perros a los que les gustan los gatos; ni tan siquiera que los toleren. Nada. Tolerancia Cero. Es ver un gato y algo hace click en su cerebro, ordenándole que persiga y derribe a esa víctima potencial. A por ellos. Duro y a la cabeza (o a lo que pillen).

Por fortuna, en casa no tenemos gatos (el problema de la alergia se multiplicaría con un gato). Pero por desgracia, en la zona por la que paseamos todos los días sí los hay. A montones. Vivimos rodeadas de campo y fincas en un pueblo donde (como en la mayoría) lo normal es dejar a los gatos que salgan y hagan lo que quieran, lo cual se traduce en poblaciones incontroladas de gatos, ya que a nadie se le pasa por la cabeza que la esterilización de un animal sea algo lógico o coherente. Así que ahora que estamos de plena primavera, las calles y los parques se llenan de gatos. Es decir: se llenan de objetivos potenciales para estas dos bestezuelas que ahora duermen como benditas a mis pies.

¿Habeis tratado de controlar a dos bichos de 26 y 37 kilos que se tiran a degüello a por un gato? Vale, pues yo os aseguro que es algo MUY difícil. Que es como tratar de frenar dos huracanes con puertas de papel. Tengo que ir pendiente de si se ven gatos a lo lejos para intentar ir por otro lado, pero claro, es cada vez más difícil y no se puede evitar que al girar una esquina nos demos de bruces con alguno. Horror a la vista.

Ayer pasamos por uno de esos momentos, y creo que el peor de todos. Bibi y Hamlet divisaron a unos metros a un gatito tranquilamente recogidito sobre la acera, y se tiraron a por él. Me costó dios y ayuda frenarles (un inciso: la mayoría de las veces les saco a pasear yo sola), rezando para que el gato aprovechara esos segundos para salir pitando; para mi pasmo y horror, el gatito no se movió. Entonces me di cuenta de que ese gatito ya lo vi hace un par de días cerca de casa, quietecito, y que al andar lo hace con mucha dificultad porque tiene un bulto enorme a la altura del pecho (imagino que un tumor bastante malo). Por eso no se movió al ver a mis perros ladrar e intentar llegar a él: porque le cuesta horrores moverse.

Al final ellos pudieron más que yo y me arrastraron literalmente hasta donde estaba el gato, arrinconándole contra una farola y la pared. Por suerte, llevaban los bozales, así que aunque se llevó un buen revolcón y posiblemente algún bocadito (por no hablar de susto) eso le salvó de morir literalmente de los bocados de esos dos desbocados perros. Aún no sé cómo, saqué fuerzas para separarles apenas un metro del gatito, lo justo para que él también sacara fuerzas de no sé dónde para escabullirse tras una verja y salir al campo.

Bibi y Hamlet no estuvieron contentos de perder una pieza así, habiendolo tenido tan cerca, así que me arrastraron de nuevo contra la verja intentando llegar al gatito. Me costó lo que no está escrito tirar de ellos como una bestia y llevármelos hacia casa. Aquello fue un espectáculo dantesco de ladridos (de los perros), bufidos (del gatito) y gritos (míos), que salió medianamente bien. Creo. Porque no sé cómo acabó el gatito.

Sí sé cómo acabé yo: temblando de rabia y de pena por el gatito, y con un cabreo monumental con lo que en ese instante me parecieron unas bestias pardas. Sé que el instinto de la mayoría de perros es perseguir gatos. Lo sé. Pero no puedo evitar odiarles por eso. Y más pensando en que lo único que le faltaba a ese pobre gato eran dos bestias tratando de comérselo.

Ayer por la noche fui incapaz siquiera de acariciar a los perros para darles las buenas noches; la verdad es que lo que me apetecía era gritarles que son unos bestias y unos animales. Pero claro: es que esa es la verdad, que son animales, que no razonan ni piensan como nosotros, simplemente siguen impulsos e instintos. Creo que hoy ya les he perdonado, pero sigo sintiéndome fatal por todos esos gatos a los que intentan comerse, por no hablar del miedo que tengo a que en uno de esos enfrentamientos se me escapen las correas y ellos salgan de estampida a por el gato. ¿Dónde acabarán? ¿Qué les podría pasar al gato y a ellos? ¿Y si se les cruza en el camino una moto, un coche, otra persona?

A veces pienso que no calibré bien la elección y que debería haber elegido a unos perros pequeños, en lugar de dejarme engatusar por la mirada de miel de Bibi, toda dulzura y amor...... excepto cuando se le cruza un gato (o un motorista, o una bici, o un coche ruidoso, o gente haciendo demasiado ruido, o un niño, o..... tantas cosas que me da miedo).

PD: estoy intentando coger a ese pobre gatito. La primera vez que lo vi, volviendo de pasear a las dos fierecillas, volví a por él tras dejarles en casa, pero no acudió a mi llamada sino que fue huyendo lentamente hasta perderse en el campo. Espero verle pronto por aquí e intentaré cogerle tentándole con salchichas o algo así. Me temo que si lo cojo y le llevo al veterinario me digan que el gato no tiene posibilidad alguna con ese tumor, pero al menos que no pase el tiempo que le queda en la calle, pasando frío y hambre, y pudiendo servir de comida a bichos como los míos.

1 comentario:

Ines dijo...

Yo tengo el mismo problema que tu, solo que mi Pequeñajo pesa 2,5 kg., no soporta las motos, especialmente, ni que se acerquen perros, aunque sean pastores alemanes, dogos, etc, los gatos, ayer un pajaro que volaba bajo,...
y encima como salen por turnos (ahora tengo 4 en casa) como salga con la teckel no te cuento, cualquier dia me divido en dos verticalmente. Pero hay que entender que son animales y lo que habrán pasado, lo de los coches y motos (a algunas las ladraria yo si supiera, que ruido, por Dios) es normal, algún topetazo, los niñatos, muchas cosas. Y los gatos, pues eso, son animalitos, el instinto es el instinto